Ayer estaba terminando unos planos de Instalación Sanitaria cuando el Potrillo me marcó para preguntarme donde venden trajes de indito, para pagar su manda a la Virgen de Guadalupe por haberle ido bien el día del Derby Generalísimo Morelos, y le dije que en el Mercado Independencia o ahí mismo, en el templo de San Diego.
En una hora pasó por mi junto con Chema para acompañarlo a si ritual de cada año. Yo honestamente no soy nada, pero nada devoto a la Virgen de Guadalupe. Incluso en mi casa nunca vi imágenes de ella, e incluso al estar en una primaria de monjas, no recuerdo que nos hablaran de ella. En fin, eso es otro patín.
Llegamos cerca de San Diego como a las 9 de la noche, ya el tráfico estaba insoportable, las avenidas cerradas y los centenares de personas iban y venían en ropa indígena o con las clásicas chamarras traídas del otro lado con motivos de los Dallas Cowboys, Green Bay y no puede faltar alguna de los Raiders de Oakland, o en su defecto, aún de los Ángeles.
Yo tenía desde… 1983, sin ir en ese día, así que no me acordaba de ni madres. Me impacto ver la cantidad de gente, de peregrinaciones que vienen de tan lejos, las personas de rodillas casi sangrando o algunas más vivillas con colchas en el piso para amortiguar la arrastrada.
La que se llevo la noche fue una escuincla como de 17 años, rubia, de un cuerpazo, que llevaba unos simples tacones, una blusa pegadita y escotada que le llegaba de los hombros a donde le terminan las nalgas, sin pantalón ni nada abajo, solo se distinguía la diminuta tanga que se cargaba, puros hilos, parecía que traía atorado un pinche títere ahí. Los pobres peregrinos de rodillas y rezando, no podían ni por más concentrados que fueran voltear a verla. Pinche chamaca si se pasó 7 pueblos, como le dije a mi primo Chema “Wey, imagínate la angustia del papá cuando la vio salir de la casa” y este cabrón me dice “no wey, se salio antes de que llegara de trabajar”. Se cargaba una manera de caminar, y no provocativa, sino que a la pendeja se le ocurrio llevar tacones a la empedrada calzada de Guadalupe, ya ni la chinga. Los señores dejaban de morder sus cañas y pelar cacahuates para verla, las señoras dejaban de rezar para maldecirla o taparle los ojos al ñiño.
Por fin llegamos, después de un pinche aventadero y mayugadero entre tante gente, a la entrada de la iglesia donde solo el Potrillo entró, lo esperamos afuera Chema y yo. Ya como a la media hora salio el cabrón dispuesta a comprar su traje de Juan Dieguito, alegando que la gente iba a pensar “mira nada más, vino gente hasta de Europa a ver a la Virgen, es que es muy milagrosa”.
En ningun puesto tenían su talla (Según el estaba entre chica y mediana), una pinche vieja le dice “¡No joven! De su talla no hay” y este cabrón casi chilla. Pero ya más tarde encontró por la módica cantidad de 170 pesos, un traje que le quedo al mero putazo y que guardamos para más tarde, porque en ese momento era imposible poder entrar… bueno, para el que iba a entrar a la iglesia.
Ya después este cabrón se fue a comprar un atole de canela, donde la chamaca que los vendía se voló conmigo y hasta me chiveo jajaja, si yo hubiera traído rebozo lo muerdo jajajaja.
Ya de ahí nos fuimos a cenar con los Griegos de Markakis, en la Lázaro Cárdenas, donde otra pinche chamaca estaba aplastada cenando pero con toda la tanga de fuera ¡Chingao! ¿Qué no sienten el aire? Si uno luego luego siente cuando ya te cabe el lápiz. Y no es queja, es comentario, solo pregunto.
Eran ya las 11 y media de la noche y teníamos que matar el tiempo para ir de regreso a la San Diego como a eso de las 2 de la mañana, y pues, andando con el Potrillo solo hay un lugar a donde ir a esas horas de la noche: A ver más tangas al Mirage.
Ya ahí en el bar me empine unas buenas Victorias y esperamos a que dieran las dos. Ya medio alumbrado nos fuimos a San Diego a acompañar al chavo de las mandas.
Lo primero que le pedí fue “Wey, cuando estés frente al altar dile que te quite lo pendejo, es lo primerito que debes de pedirle” e incluso le recordé la canción que canta Pedro Infante en la película de Tizoc: “Virgencita ya estoy aquí” y este cabrón no podía aguantar la risa, mientras se cambiaba en plena calle y enseñaba la paloma de tatuaje que cubre su seno izquierdo, bueno, que cubre otro tatuaje y luego el seno jaja.
Nos pidió que NO entráramos con el al templo porque no se iba a aguantar la risa, que nos íbamos a ir al infierno por ser unos hijos de la chingada con el, que la virgencita todo lo ve. Porque Chema si, abiertamente dijo “Yo soy un pinche ateo, yo no entro”
Yo ya estando ahí, en la puerta esperando a este Juan Diego nórdico, me dije “¿Por qué no entrar?” y que me meto.
¡¡Pinche gente puerca!! Tenían los altares a los diferentes santos llenos de bolsas de cañas, de cacahuates y corundas. Ya ni la chingan. Pero yo entré, me “santigüé” (como dice mi agüelita) recé mi padre nuestro y ave maría (es lo único que me se) y le pedí una simple cosa.
Lo más cagado de la noche fue, cuando venia una peregrinación enorme, yo creo se vino todo el pueblo, uno de los weyes que cargaba la estatua de la virgen era uno de los hileros, vecino de el Potrillo. Venía con su traje de Juan Diego, cantando y gritando “¡Viva el papa! ¡Viva la virgen morena!” pero al ver al Potrillo su reacción, ante toda la gente fue el se hacerle “¡mocos wey!” jajajajaja con todo y la seña de la mano, casi se les cae la virgen.
Eran ya las 3:30 de la mañana y la plaza del caballito aun estaba repleta de peregrinos, puestos de piercings de 10 pesos y de películas en DVD.
En una hora pasó por mi junto con Chema para acompañarlo a si ritual de cada año. Yo honestamente no soy nada, pero nada devoto a la Virgen de Guadalupe. Incluso en mi casa nunca vi imágenes de ella, e incluso al estar en una primaria de monjas, no recuerdo que nos hablaran de ella. En fin, eso es otro patín.
Llegamos cerca de San Diego como a las 9 de la noche, ya el tráfico estaba insoportable, las avenidas cerradas y los centenares de personas iban y venían en ropa indígena o con las clásicas chamarras traídas del otro lado con motivos de los Dallas Cowboys, Green Bay y no puede faltar alguna de los Raiders de Oakland, o en su defecto, aún de los Ángeles.
Yo tenía desde… 1983, sin ir en ese día, así que no me acordaba de ni madres. Me impacto ver la cantidad de gente, de peregrinaciones que vienen de tan lejos, las personas de rodillas casi sangrando o algunas más vivillas con colchas en el piso para amortiguar la arrastrada.
La que se llevo la noche fue una escuincla como de 17 años, rubia, de un cuerpazo, que llevaba unos simples tacones, una blusa pegadita y escotada que le llegaba de los hombros a donde le terminan las nalgas, sin pantalón ni nada abajo, solo se distinguía la diminuta tanga que se cargaba, puros hilos, parecía que traía atorado un pinche títere ahí. Los pobres peregrinos de rodillas y rezando, no podían ni por más concentrados que fueran voltear a verla. Pinche chamaca si se pasó 7 pueblos, como le dije a mi primo Chema “Wey, imagínate la angustia del papá cuando la vio salir de la casa” y este cabrón me dice “no wey, se salio antes de que llegara de trabajar”. Se cargaba una manera de caminar, y no provocativa, sino que a la pendeja se le ocurrio llevar tacones a la empedrada calzada de Guadalupe, ya ni la chinga. Los señores dejaban de morder sus cañas y pelar cacahuates para verla, las señoras dejaban de rezar para maldecirla o taparle los ojos al ñiño.
Por fin llegamos, después de un pinche aventadero y mayugadero entre tante gente, a la entrada de la iglesia donde solo el Potrillo entró, lo esperamos afuera Chema y yo. Ya como a la media hora salio el cabrón dispuesta a comprar su traje de Juan Dieguito, alegando que la gente iba a pensar “mira nada más, vino gente hasta de Europa a ver a la Virgen, es que es muy milagrosa”.
En ningun puesto tenían su talla (Según el estaba entre chica y mediana), una pinche vieja le dice “¡No joven! De su talla no hay” y este cabrón casi chilla. Pero ya más tarde encontró por la módica cantidad de 170 pesos, un traje que le quedo al mero putazo y que guardamos para más tarde, porque en ese momento era imposible poder entrar… bueno, para el que iba a entrar a la iglesia.
Ya después este cabrón se fue a comprar un atole de canela, donde la chamaca que los vendía se voló conmigo y hasta me chiveo jajaja, si yo hubiera traído rebozo lo muerdo jajajaja.
Ya de ahí nos fuimos a cenar con los Griegos de Markakis, en la Lázaro Cárdenas, donde otra pinche chamaca estaba aplastada cenando pero con toda la tanga de fuera ¡Chingao! ¿Qué no sienten el aire? Si uno luego luego siente cuando ya te cabe el lápiz. Y no es queja, es comentario, solo pregunto.
Eran ya las 11 y media de la noche y teníamos que matar el tiempo para ir de regreso a la San Diego como a eso de las 2 de la mañana, y pues, andando con el Potrillo solo hay un lugar a donde ir a esas horas de la noche: A ver más tangas al Mirage.
Ya ahí en el bar me empine unas buenas Victorias y esperamos a que dieran las dos. Ya medio alumbrado nos fuimos a San Diego a acompañar al chavo de las mandas.
Lo primero que le pedí fue “Wey, cuando estés frente al altar dile que te quite lo pendejo, es lo primerito que debes de pedirle” e incluso le recordé la canción que canta Pedro Infante en la película de Tizoc: “Virgencita ya estoy aquí” y este cabrón no podía aguantar la risa, mientras se cambiaba en plena calle y enseñaba la paloma de tatuaje que cubre su seno izquierdo, bueno, que cubre otro tatuaje y luego el seno jaja.
Nos pidió que NO entráramos con el al templo porque no se iba a aguantar la risa, que nos íbamos a ir al infierno por ser unos hijos de la chingada con el, que la virgencita todo lo ve. Porque Chema si, abiertamente dijo “Yo soy un pinche ateo, yo no entro”
Yo ya estando ahí, en la puerta esperando a este Juan Diego nórdico, me dije “¿Por qué no entrar?” y que me meto.
¡¡Pinche gente puerca!! Tenían los altares a los diferentes santos llenos de bolsas de cañas, de cacahuates y corundas. Ya ni la chingan. Pero yo entré, me “santigüé” (como dice mi agüelita) recé mi padre nuestro y ave maría (es lo único que me se) y le pedí una simple cosa.
Lo más cagado de la noche fue, cuando venia una peregrinación enorme, yo creo se vino todo el pueblo, uno de los weyes que cargaba la estatua de la virgen era uno de los hileros, vecino de el Potrillo. Venía con su traje de Juan Diego, cantando y gritando “¡Viva el papa! ¡Viva la virgen morena!” pero al ver al Potrillo su reacción, ante toda la gente fue el se hacerle “¡mocos wey!” jajajajaja con todo y la seña de la mano, casi se les cae la virgen.
Eran ya las 3:30 de la mañana y la plaza del caballito aun estaba repleta de peregrinos, puestos de piercings de 10 pesos y de películas en DVD.
3 comments:
ajaja
no habia
de su talla
jajaja
...nojoda pues q como vio tangas anoche ajaj
yo
ya le hace a eso?
yo quiero saber qué pediste!!!!
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