¡Changos!

Ayer me llamó mucho la atención la actitud de un compañero de salón, el modo en que se aferraba con desesperación por demostrar, a no se quien, su hombría.

Estábamos en clase de Planeación Urbana y estaba yo sentado en una esquina, delante de mi estaba un wey y a mi lado derecho otro cabrón. En eso escucho que el wey de mi derecha le dice al otro “Wey, préstame un lapicero” mientras yo veía que ya tenía uno en la mano y yo pensé que ya no servía porque lo estaba rompiendo, asi literalmente, con la boca estaba rompiendo el lapicero.

Como yo no conozco a estos chavos y sobre mi libreta tenía dos lapiceros, se me hizo muy ojete no prestarle uno, ya que el amigo le dijo que no traía. Le dije “Mira, aquí esta este” y el chavo voltea todo chiveado y me dice “No no we, gracias, aquí tengo este que me presto una chava, pero tiene florecitas y pues no mames, como voy a traer un lapicero con rosas, gracias we de todos modos”

¡¡¿¿Qué??!!

Pues el cabrón le rompió todo el tubo al lapicero y termino escribiendo con el puro cartucho. El wey quería verse gallo, que no fueran a pensar que era poco hombre por traer un lapicero, prestado por una hora, con rositas.

¡¡Háganme el cabrón favor!!

Me toco ver una vez a mi tío Emilio armar un desmadre en casa de mi abuelita porque le sirvieron agua en un vaso con florecitas, pegarle a mi primo Adalid porque mi tía le ponía short de niño, me toco ver al abuelo de un amigo de la prepa mentarle la madre porque veníamos de jugar y andaba en short en la calle. ¡¿Qué pedo?!

Yo soy de la opinión de que la hombría se demuestra de otra manera, afrontando ciertas situaciones de la manera adecuada y, como hombre, respondiendo siempre a lo que se exija. Y punto.

Lo de las rositas, lo de florecitas, déjenselo a niños de primaria o secundaria, para los cuales es un tema muy importante. Pero para un cabrón de Facultad… que no mamen.