¿Chachita, a poco de veras soy atarantado?

Con Adrián tenemos que sujetar a Bruno para poderle poner las gotas en los ojos, y aún así, entre los dos, es una chinga. Y es que ayer no logré ponérselas yo solo, me terminé una botella intentando atinarle, ya que tenia que agarrarle el cuerpo, después la cabeza y luego intentar abrirle los ojos y mantenerlo quieto, cosa que resultó imposible. Es más, creo que las gotas le entraron del chorro que le aventé.

Hace rato que regresé de la Facultad me acordé de que ya era hora de las gotas, y pensé que la faena se repetiría. Y es que siempre tengo que cambiarme porque me deja la ropa llena de pelos y de baba. Pero hace rato me dio hueva cambiarme, pero tampoco pensé hacerlo así, la verdad andaba muy guapo para que el pinche perro me manchara todo.

Pues pasó lo que jamás creí, o más bien, jamás intenté. Me le acerqué a Bruno, levante la mano con el frasco de las gotas y se me quedó viendo, volteó al frasco y cayeron las dos gotas en el mero oclayo. ¡Listo! Sin hacer pedo, ni tocarlo, ni nada.

Y es que jamás intentamos hacerlo así jajaja. A lo mejor el perro cuando lo agarraba al ladrar y hacer desmadre me estaba diciendo “¡Espérate cabrón! ¡Yo solito! ¡Suéltame! ¡Yo solito!”.

En fin, ya hoy en la noche le toca su última tanda de gotas.